PROCESOS


El proceso de acreditación
En la Escuela se entiende la existencia y necesidad de los procesos que hoy se encuentran en marcha. La problemática que se acusa es la poca vinculación que estos procesos tienen entre sí y el cómo benefician a la Escuela. La acreditación se logró después de un largo proceso de autoevaluación; algunos de los participantes (y dentro de esos me incluyo), durante ese proceso discutíamos acerca de la importancia y la implicación real que tendría este proceso en la mejoría de nuestra unidad académica. Se nos dijo, y reconocimos, que este recurso bien podría ser una herramienta de revisión y de registro de la realidad interna de nuestra Escuela y que, adecuadamente enlazada con ésta produciría insumos que posibilitarían el planteamiento de mejoras continuas. Hace dos años, el proceso de autoevaluación derivó en un informe que evidenció carencias y problemas a subsanar a lo interno de nuestra Academia. Sin que éstos fuesen los únicos, al menos su seguimiento podría haber iniciado un curso de transformación. Pero la realidad que se percibe es que dicho proceso de acreditación no ha sido vinculante con la marcha nuestra Academia.
Hace cuatro años nos cuestionábamos si la acreditación era necesaria para mejorar la Escuela, y muchos pedíamos que las mejoras al programa iniciaran lo antes posible, pero se nos dijo que ese no era el momento, que debíamos esperar a estar acreditados. Hoy, a dos años de la acreditación, estamos igual. El programa sigue siendo un archipiélago de cursos, hay una real problemática de sobrecarga en el currículum y en los contenidos de las materias, sigue siendo evidente la poca articulación entre los mismos y la estructura imposibilita la coordinación entre niveles, enfrentamos conflictos debido a la densidad y al tamaño de la matrícula de los cursos de taller, la discusión sobre los procesos aprendientes y la pedagogía de la arquitectura es escasa o nula, entre otros problemas. Es urgente apropiarse de este proceso para, desde ahí, fundar las bases que nos permitan los correctivos necesarios. Es fundamental reconocer la acreditación como algo más que un sello que acompaña el nombre de nuestra Academia y resulta imperativo lograr un proceso de mejora continua. ¿No creen Ustedes que un proceso como éste debió articularse mejor con el quehacer en la Escuela para, desde los insumos que de allí se obtuvieran, proponer las transformaciones necesarias?

La transformación en Facultad
Hoy, parece repetirse algo semejante: se enarbola la bandera de la Facultad como la pomada canaria que llegará a arreglar los problemas internos. Pero, ¿entonces? ¿Cuándo vamos a iniciar la transformación del programa? ¿Cuándo se va a poner de en primer lugar a la Escuela? Seamos Facultad o no, seguiremos siendo Escuela. En fin, yo creo que se debe levantar el pie del acelerador, recuperando los espacios para discutir y para compartir.
La construcción que se viene haciendo de la Facultad puede que sea buena, pero no está legitimada. Si más personas participan, estoy seguro de que el proyecto podría ser mucho mejor. Al igual que muchos, creo que este momento por el que pasa la Escuela es importantísimo; convertirnos en Facultad puede ser positivo y lo avanzado en ese proceso debe ser aprovechado, pero aquello que se apruebe tiene que representarnos a todos para llegar a ser la Facultad que nuestra Escuela necesita.
¿Debemos ser una Facultad de una Escuela con múltiples énfasis? O ¿debemos ser una Facultad multi-escuelas con múltiples programas? La discusión apenas comienza, pero considero fundamental redefinir la base ideológica de la Escuela de Arquitectura; sin esbozar esto, es precipitado predefinir una estructura de Facultad. Si hemos esperado cuarenta años para ser Facultad, podemos darnos unas semanas más para enriquecer y leer mejor lo que requerimos que ésta sea. Paralelo a ello (y cuidado si no más importante) es mirarnos para adentro, es mejorarnos a lo interno; de poco nos serviría acompañarnos de un gran rotulo que diga “FACULTAD” y de un sello de “ACREDITADOS”, si por dentro nos estamos marchitando.
El paso a facultad debe implicar la maduración de un proceso de mejoramiento sostenido y, más importante aún sostenible, para que pueda ser una realidad y no un holograma forzado desde la urgencia. Cualquier argumento que trate de sostener la idea de que los procesos actuales dependen sine qua non  de la reelección en el cargo de Director de una persona determinada, tan solo demuestran la fragilidad e incertidumbre de los mismos. Como bien lo dice aquella cita: “las personas cambian, las instituciones permanecen”. Pretender personalizar la evolución de una institución es un argumento falaz y espurio.

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